T. Bunke para Fuser News
Es falso que la guerra sea una invención humana. Los conflictos por territorio y poder están presentes en el reino animal entre especies tan diversas como las hormigas o los chimpancés.
Humana es la utilidad económica que la guerra genera, su productividad y dividendos.
En este sentido, la paz se vuelve contraria a los intereses de quienes miden las ganancias que un conflicto produce. Cuando la propaganda y nacionalismo fallan, vencidos por el libre albedrío y el deseo irrenunciable de un ser humano de vivir en paz, lo mejor es convertir la paz en delito.
En Ucrania el libre albedrío es un delito castigado con pena de muerte bajo el eufemismo de insubordinación. Así quedo escrito en la ley ucraniana, cuando el parlamento aprobó una modificación a la ley de las fuerzas armadas que permitía a los comandantes “abrir fuego” contra desertores en servicio.
La modificación de la ley no es de 2022, es de 2015 cuando el conflicto en Donetsk tenía los matices de una guerra civil como resultado del Euromaidán.
Para aquel momento, la masacre de civiles pro rusos por parte de las fuerzas ucranianas no contó con la visibilidad y solidaridad en redes sociales y medios de comunicación con la que hoy cuenta Ucrania a su favor tras el comienzo de las operaciones militares rusas.
¿Qué es un desertor?
La Sexta, un reconocido medio de comunicación español, publicó noticias y transmitió programas de televisión en los cuales se califica a los hombres civiles que abandonan Ucrania como desertores.
Sencillo: un desertor es un soldado que abandona su bandera. Un civil no es un desertor. Que el gobierno de Ucrania haya llamado a todos los hombres mayores de 18 años a alistarse en el ejército no los convierte inmediatamente en soldados. Siguen siendo población civil con derechos humanos a la libertad, movilidad y vida, sobre todo.
Sin embargo, La Sexta no corrige, no se inmuta, no aclara. Es lo que ellos digan y como lo digan. Una forma de dictadura que ya existía y potenció el poder que ostenta: la manipulación.
Los tentáculos de la OTAN
Quien se precie de inteligente sabe que el conflicto entre Rusia y Ucrania no comenzó en febrero de 2022. Esta es una operación militar con antecedentes remotos, de otro siglo, pero que, en el XXI, desde el Euromaidán, cobró notoriedad en el cine, la televisión y las redes sociales, formando una avalancha de solidaridad mundial con una escisión nacionalista muy difícil de comprender para un occidental promedio, pero si los medios dicen que los ucranianos son buenos y los rusos malos, entonces “debe” ser “verdad”.
Así, la OTAN vio en la necesidad ucraniana de formar parte de la Unión Europea como símbolo de separación definitiva de la influencia rusa, una oportunidad de ofrecer el ingreso a su organización.
Un ingreso que nunca ha buscado la protección de Ucrania. Eso es lo que les hicieron creer. Lo que busca es la posibilidad de extender sus tentáculos hasta la frontera terrestre de Rusia a escasas horas de Moscú. Esto, en términos geopolíticos, ningún político ruso lo habría admitido. No Putin, ninguno.
La violencia como premio
Hoy, cerca de un mes desde la ruptura definitiva del cese al fuego, signado en los acuerdos de Minsk que Ucrania violó inicialmente, el mundo castiga la paz y premia la violencia.
La oscuridad del nazismo que se creía extirpada del planeta ahora es la víctima en los medios de comunicación y redes sociales.
Portugal perdona la condena a un delincuente nazi para que vaya como voluntario a Ucrania. La simbología neonazi no se oculta, los medios que buscan contrapeso en la información acaban censurados, la paz se ve lejana, la economía mundial se descalabra y las consecuencias serán pagadas por los pobres, como siempre.
Mientras tanto, aparte de delito, la paz se convierte en moneda de cambio. Estados Unidos ofrece cesar el ataque a Venezuela a cambio del petróleo que no podrá obtener de Rusia. Es decir, dejar a Venezuela en paz gracias a la guerra.