Roberto Hernández Montoya para Fuser News
No es posible, por definición, mesurar la desmesura. ¿Cómo mensurar lo que es precisa e intrínsecamente inconmensurable?
Comienzo por el sadismo artesanal, en alguien obtiene placer infligiendo dolor. Pero no es de manualidades que pretende tratar este artículo sino de industria, es decir, de sadismo industrial.
Hablo de cómo hay ricachones monumentales del 1%, al lado de un millardo de gente hambrienta —y no es metáfora. Sin salir de los Estados Unidos, en varias ciudades de ese país hay cientos de miles de gentes sobreviviendo en carpas callejeras. Busca los videos por internet.
Son cuadras y cuadras de tiendas, para no hablar de zombis que deambulan por las calles por tragar fentanilo, o sea, una variante de opio. Nada más en 2021 murieron 100 000 por consumir eso y luego recorre una calle de indigencias.
Los medios instigan ese sadismo. Hojea la revista ¡Hola! —por poner sólo un ejemplo— para que veas cómo la gente rica se jacta de su vida de opulencia obscena. Tú me dirás cualquier cosa que me quieras decir sobre ese tema.
Porque el sadismo industrial es un trastorno emocional que causa daños masivos en dos direcciones por lo menos. Por un lado, hay gente que no disfruta la riqueza sino delante de la estrechez masiva. Es tan antiguo como las casas reales, faraónicas, emperatrices, zaristas, aristocráticas.
Si no ven dolor se les agua la fiesta. No vale la pena tener miles de millones sino ante la miseria más patética, y sobre todo multitudinaria. El rompedor Pedro León Zapata decía que si él se hacía rico no quería vivir en un barrio suntuoso sino en algún cerro de Caracas, rodeado de miseria, para resaltar su fasto.
Esto último es imprescindible. Imagino el deleite por suntuoso viendo filas de migrantes y pateras mediterráneas hundiéndose con criaturas recién nacidas. No puedo evitar imaginar cuánto les complace ver a la gente ahogándose desesperada.
Como el sadismo tiene mala fama, está el sentimentalismo para masajear la mala conciencia.
El sadismo industrial no puede ni debe tratarse mediante la sicoterapia tradicional sino mediante revoluciones socialistas. Se tenía que decir y lo dije.