De: Humberto González Silva. Publicado en Últimas Noticias.
Apropósito de la conmemoración de los 50 años del golpe de Estado contra Salvador Allende, reviso el portal memoriachilena.gob.cl, y me reencuentro con el siguiente caso: “El 16 de octubre de 1998, estando de viaje en Londres, Augusto Pinochet fue detenido en virtud de una orden de captura emanada por el juez español Baltasar Garzón, quien buscaba someterlo a juicio por los asesinatos de varios ciudadanos españoles ocurridos durante la dictadura. El 2 de marzo de 2000, el Ministro del Interior británico resolvió liberarlo por razones humanitarias, debido a su estado de salud”.
De regreso en Chile, a Pinochet intentaron procesarlo por el caso “Caravana de la Muerte” (exterminio de 97 presos políticos); el proceso fue suspendido después de varias incidencias en 2005, por “demencia senil”. Después se inició otro proceso por la “Operación Colombo” (encubrimiento de la desaparición forzada de 119 opositores a la dictadura), que tampoco llegó a su fin.
La preocupación del Ministro del Interior británico del año 2000 por la salud del dictador chileno, dista mucho del “duro corazón” de los gobiernos británicos ante el caso de Julian Assange.
Este periodista, director fundador del portal Wikileaks, dio a conocer las evidencias de crímenes de guerra por parte del gobierno de Estados Unidos. Desde entonces comenzó la persecución contra Assange. Primero montando falsas acusaciones, después formalizando una acusación por “divulgación de documentos secretos” por la que podrían condenarlo a 175 años de prisión.
Los Estados Unidos pidieron su extradición a Gran Bretaña, donde estuvo asilado por 7 años en la Embajada de Ecuador hasta que el gobierno títere de Lenin Moreno lo entregó; desde entonces ha pasado cuatro años en una prisión británica de máxima seguridad, mientras intenta impedir la extradición. Su delito es difundir la verdad, su salud está seriamente deteriorada… pero no importa, se trata de dar una lección, de lo que le pasa a quienes difunden un asunto que ofenda la sensibilidad de la Casa Blanca.
Aquí no hay “razones humanitarias” que valgan. Como tampoco vale el derecho internacional en el caso de Alex Saab. La justicia se estira y encoge según el interés del amo imperialista.