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Prohibidos los gatos rusos

Fuser News

04/03/2022
Gato Ruso
Si no hay guerra nuclear tendremos de todos modos una catástrofe análoga: la muerte de la inteligencia.

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Roberto Hernández Montoya para Fuser News

La guerra demuestra incapacidad para entender problemas fundamentales de manera compleja.

Edgar Morin, Le paradigme perdu

En una guerra la segunda baja es la verdad. La primera es el pensamiento.

Lo estamos viviendo en estos días: en un restaurante argentino prohíben la ensalada rusa. En España fue descalificado un roble de 200 años en un concurso de árbol del año porque lo sembró en el siglo XIX el escritor ruso Iván Turguénev. La Università Milano-Bicocca suspendió un curso sobre el escritor ruso del siglo XIX Fiódor Dostoyevski. Supongo que prohibirán también las montañas rusas, que por cierto en Rusia se conocen como «montañas americanas».

En Rusia la ensalada rusa se conoce como ensalada Olivier porque la creó en Moscú el chef belga Lucien Olivier. Por eso digo que la primera víctima de la guerra es el pensamiento y enseguida su hija la verdad. Se atribuye al político californiano Hiram Johnson la idea de que en la guerra la primera baja es la verdad. Hace 105 años.

Acaban de prohibir a RT y a la agencia Sputnik en Europa, así como en otras regiones y redes sociales. El fascista perfecto José Millán-Astray exclamó:

«¡Muera la inteligencia, viva la muerte!». Lo vociferó en la Universidad de Salamanca, templo de la inteligencia.

Se deberán prohibir las muñecas rusas, las Matrioshkas, esas que van una dentro de la otra, porque no se sabe qué cosa horripilante, es decir, rusa, pueden esconder de manera aleve.

Los chinos advierten que hay que prohibir el viento del norte porque pasa por Rusia.

Hay que proscribir también el videojuego ruso Tetris.

Debemos, pues, prepararnos para una histeria de imbecilidad generalizada. Para que nos presenten como realidades imágenes tomadas de videojuegos, de sucesos pasados o de películas como La guerra de las galaxias. Es la imbecilidad por decreto, como arma de guerra, según los planes inspirados por Leo Strauss. Es obligatorio ser imbécil, so pena de graves sanciones.

La brillante periodista rusa e hispanohablante Inna Afinogenova ha sido vetada y vedada en algunos canales de Internet. Por inteligente y por su agudo humor. Ni siquiera por sus ideas. La imbecilidad no refuta ni discute, simplemente prohíbe. Es más fácil y expedito.

Prevalece la inteligencia de la persona menos inteligente. La inteligencia es un descaro subversivo y peligroso. ¡Inteligentes, temblad! ¡Os puede costar la vida! Lo mínimo que te puede pasar, por ahora, es que las redes te identifiquen con el gobierno ruso. La letra escarlata, la A, como dice Madelein García, aquella que obligaban a llevar a las mujeres acusadas de adulterio según la novela de Nathaniel Hawthorne. Es decir, la inteligencia es rusa, no te lo pierdas. La imbecilidad es fértil.

Amo los atardeceres y los enemigos racionales. A un enemigo racional, en un conflicto potencialmente nuclear, lo apuntas con un misil atómico y se convence porque entiende que no le conviene seguir un pleito que nadie puede ganar. Pero alguien irracional te grita: «¡Dispara, no me importa que se acabe el mundo con tal de acabar contigo, maldito ruso!».

Es el problema del mal y el bien absolutos. Matar millones de personas es un mal relativo comparado con el mal absoluto, que es ruso, como se sabe.

No recuerdo una satanización semejante. Tal vez la Santa Inquisición logró algo así. O el nazismo con la comunidad judía. Porque ni Hugo Chávez ni Nicolás Maduro han sufrido una fobia comparable. Ver el artículo «La guerra necesaria», de Alberto Aranguibel.

Si no hay guerra nuclear tendremos de todos modos una catástrofe análoga: la muerte de la inteligencia. Ojalá sobrevivamos. Seguramente sí, si no hay apocalipsis nuclear.

Puedes leer este artículo en inglés aquí.

Puedes leer este artículo en francés aquí.

@rhm1947

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