Mientras Europa debate sobre la acogida de refugiados, el papa Francisco viaja este viernes a Marsella, Francia, para alertar sobre el drama que viven los migrantes en el Mediterráneo.
Los migrantes de distintas partes del mundo son una prioridad para el pontífice, quien suele expresar el dolor por las tragedias que sufren los que se ven obligados a salir de sus países de origen.
«El Mediterráneo es un cementerio. Pero no el más grande: el cementerio más grande es el norte de África», advirtió el máximo líder de la Iglesia Católica en agosto pasado.
Desde 2014, la ruta del Mediterráneo está considerada como la más peligrosa del mundo, donde más de 28.000 migrantes han desaparecido al querer alcanzar Europa desde África, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
Durante su visita, el sumo pontífice rendirá homenaje a los migrantes fallecidos en el mar, ante un memorial próximo a la basílica de Notre Dame de la Garde, conocida como la «Buena Madre», en uno de los momentos más esperados de su viaje.
A finales de 2021, Francisco denunció desde un campo de refugiados en Lesbos, isla griega emblema de la crisis migratoria, el «naufragio de la civilización» que abandona a estas personas que salen de sus países.
Las palabras del papa irán sobre todo dirigidas a una ultraderecha y a una derecha conservadora, que advierten de una supuesta «invasión» migratoria. Una Europa donde la acogida divide y enfrenta a gobiernos.
La visita de Francisco coincide con la llegada de miles de migrantes días atrás a la isla de Lampedusa, que obligó a la Unión Europea (UE) a adoptar un plan para ayudar a Italia a gestionar esta ruta migratoria procedente del norte de África.
El papa Francisco advirtió que su viaje no es una visita oficial a Francia, sino que busca clausurar un encuentro entre obispos y jóvenes del Mediterráneo, con las desigualdades, el diálogo interreligioso o el cambio climático en la agenda.
