La Iglesia Católica promulgó este sábado la nueva Constitución Apostólica, tras ocho años de deliberaciones iniciadas por el Papa Francisco, la cual entrará en vigencia el 5 de junio, en la celebración de la solemnidad del pentecostés.
El nuevo escrito teojurídico, de 52 páginas, consta de 250 artículos y tendrá la denominación de “Praedicate evangelium” (Predicad el Evangelio, en su traducción del latín). Además, sustituirá a la actual Constitución del “Pastor bonus” promulgada por Juan Pablo el 28 de junio de 1988 y vigente desde el 1 de marzo de 1989.
La Constitución católica será presentada el lunes 21 de marzo ante la Oficina de Prensa de la Santa Sede por el cardenal Marcello Semeraro, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, por monseñor Marco Mellino, Secretario del Consejo de Cardenales, y por el padre jesuita Gianfranco Ghirlanda, canonista y profesor emérito de la Pontificia Universidad Gregoriana, reseña el portal de noticias del Vaticano.
Esta nueva Constitución pretende abrir a las puertas a una mayor presencia de laicos y mujeres en la administración católica.
Asimismo, este instrumento brinda base jurídica a la creación de nuevos entes para la administración eclesiástica, como la Secretaria de Comunicación, el dicasterio (ministerio) para el Servicio del Desarrollo Humano Integral o la Secretaría para la Economía.
Evangelización y ayuda a los pobres
La Constitución hará énfasis especial en “la conversión misionera de la Iglesia” y el papel protector hacia los más pobres, al incluir el dicasterio para la Evangelización que será presidido directamente por el Papa, así como el de Servicio de la Caridad que recoge la “expresión de la misericordia” de los fieles.
Este último ente tendrá una sede en cualquier parte del mundo para la obra de asistencia y ayuda hacia los más necesitados en nombre del sumo pontífice, quien, en casos de especial necesidad o de otra índole, dispone personalmente la ayuda que se prestará.
Presencia de laicos y mujeres
Entre sus 250 artículos, la Constitución señala que la Curia Romana debe prestar un mayor servicio a las iglesias locales para promover eficazmente la fe y fomentar un diálogo más constructivo.
En ese orden, “el Papa, los obispos y otros ministros no son los únicos evangelizadores de la Iglesia”, incluyendo a los hombres y mujeres para que tengan “roles de gobierno y responsabilidad”.