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Izquierda en América Latina, ¿fenómeno político o más humanidad?

Fuser News

08/01/2022
Manifestante de izquierda sostiene pancarta
Los clásicos liderazgos de derecha representados por varones blancos ultra católicos de clase alta caducaron ante sociedades cada vez más inclusivas entre sí, pragmáticas y aterrizadas, que no ven en la madurez etaria la representación de sus voces sino más bien la opresión.

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T. Bunke para Fuser News

Hay un resurgimiento de la izquierda en América Latina que especialistas y medios coinciden en tratar como fenómeno político. Al menos asociados a los resultados electorales de la región en las últimas elecciones presidenciales. Las proyecciones en naciones como Brasil y Colombia no son muy diferentes. Si estas dos naciones viran definitivamente a la izquierda en sus venideras elecciones, representarían un punto de inflexión en las relaciones de América Latina con el resto del mundo.

China, Estados Unidos y la Unión Europea no están esperando, están influyendo porque conocen la importancia económica de una región castigada por la desigualdad, el narcotráfico, la violencia y una historia política con lamentables semejanzas de muerte y opresión.

Pero limitar estos acontecimientos a resultados electorales es exactamente el mismo error que ha cometido la derecha política en Latinoamérica: tratar a las poblaciones como hechos abstractos, números. Este nuevo viraje, en menos de 25 años, que es como se cuentan las generaciones, es un fenómeno antropológico.

«Que sea humana la humanidad»

Esa frase, perteneciente a la Alí Primera, describe mejor los acontecimientos políticos latinoamericanos del siglo XXI que cualquier análisis. ¿Tiene sentido explicar keynesianismo a quien produce maíz en Apurímac, Perú? ¿Le importa la derecha o la izquierda al pescador del Sur-Austral de Chile?

Mujer agricultora recoge cosecha en Perú

Lo que sí le importa es que sus hijos vayan a una escuela pública cercana con servicios básicos y educación de calidad, que ante la enfermedad tenga acceso a un sistema de salud gratuito con atención de primera, que la llegada de la vejez no sea sinónimo de desahucio, sino que una vida de trabajo le garantice una pensión digna. Esas condiciones, apropiadas por determinados regímenes de izquierda, pertenecen a la humanidad. De hecho, no son teorías políticas, son derechos humanos.

Nada de los anterior le importa a la derecha política, y son sinceros cuando lo afirman públicamente en sus discursos. No les importa porque al tratar a las poblaciones como hechos abstractos y no como seres humanos, esos números representan gasto, aunque sean esos seres humanos quienes con sus manos alimentan a la población tecnocrática y consumista de las capitales. A propósito de la tecnocracia, surge una paradoja a favor de la izquierda: el acceso a la información.

¿Tecnología a favor de los marginados y oprimidos?

Sí. Porque están frescas las imágenes de la policía colombiana desalojando personas en situación de calle, masacrando manifestantes y volteando la mirada ante el asesinato de líderes sociales en el interior de un país sumergido en la violencia política de la cual sus gobernantes son cómplices y en muchos casos autores intelectuales.

Policía de Colombia ataca manifestante

Sin acceso a tecnologías de información habría sido imposible el plebiscito histórico de Chile para cambiar la constitución que la sangrienta dictadura de Pinochet dejó como modelo de opresión legitimado.

Los discursos demagógicos cargados de promesas imposibles se someten al escrutinio popular en plataformas de mensajería. Los jóvenes son quienes están a la vanguardia de los movimientos que combaten la desigualdad e impulsan el reconocimiento de sus derechos.

Los clásicos liderazgos de derecha representados por varones blancos ultra católicos de clase alta caducaron ante sociedades cada vez más inclusivas entre sí, pragmáticas y aterrizadas, que no ven en la madurez etaria la representación de sus voces sino más bien la opresión.

Los pueblos eligen personas reales

¡Cuánta burla produjo la imagen de Pedro Castillo cuando emprendió su candidatura usando un sombrero chotano! Bueno, el campesino del sombrero ganó.

Ganó porque sabe que los campesinos del Perú son más que los esnobistas limeños. ¿Tendría que mimetizarse con traje y corbata un obrero campesino y maestro de escuela del interior peruano? Esto lo supo antes Evo Morales y produjo las mismas burlas, solo que estas llegaron al golpe de estado y asesinato masivo de indígenas por órdenes de una mujer que asaltó el palacio de gobierno con sus cabellos teñidos de amarillo y usando la biblia como escudo para ejercer un poder de facto.

Tatuajes de Gabriel Boric

Gabriel Boric, el presidente electo de Chile, no tiene 40 años. Es un líder estudiantil cuya corta carrera política siempre tuvo la bandera de la educación gratuita izada. Va sin corbata, camisa remangada que revela tatuajes, se toma selfies con su novia y las publica, creó una cuenta en Instagram de su perro. Es una persona normal al frente de la administración del estado chileno para trabajar por las personas normales, no por las élites, capitales ni corporaciones. Los electores saben eso porque son personas, no números.

Xiomara Castro es la primera mujer en ganar la presidencia de Honduras, es la candidata más votada en la historia electoral del país y el giro magistral al final de su campaña, cuando incluyó a Salvador Nasralla, uno de sus opositores como vicepresidente de su gobierno, le quitó el estigma machista de “esposa de Zelaya” y la elevó como estratega política en una de las naciones más conservadoras del continente. Una sociedad cansada vio en ella la frescura de una nueva forma de hacer las cosas.

Xiomara Castro presidenta de Honduras

Armas, dinero y presión. América Latina en el concierto mundial

Así como la derecha política ve a la población como números, las potencias económicas mundiales ven en América Latina virando a la izquierda un adolescente rebelde al que pretenden aleccionar con mecanismos que recuerdan el tristemente célebre Plan Cóndor, pero en una versión light que se vale del Lawfare y la extorsión como mecanismos de influencia.

Con las intenciones de inversión china, sobre todo en infraestructura, los Estados Unidos están obligados a cambiar su forma de negociación con sus vecinos latinoamericanos, porque ningún gobierno de izquierda ve con buenos ojos las sanciones económicas y bloqueos a los que están sometidos Cuba, Nicaragua y Venezuela que lejos de debilitar a sus gobiernos, asedian a la población más vulnerable.

Efectivos del ejército de Colombia abordan avión militar de los Estados Unidos

En este punto, los resultados de las elecciones en Brasil y Colombia cobran otra dimensión. El tamaño de las economías de ambos países no puede aislarse de sus vecinos por diferencias ideológicas y Estados Unidos lo sabe muy bien. La desproporcionada ayuda militar a Colombia ha servido mas para espiar a Venezuela que para combatir el narcotráfico. Si de esto hay dudas, basta con revisar los vuelos de observación y escaneo que realizan aviones militares estadounidenses en la frontera con Venezuela y no en la costa del Pacífico o en la frontera con Panamá, zonas por donde salen a diario toneladas de cocaína con destino a los Estados Unidos y Europa.

En Brasil se derrumbó el caso construido contra Lula da Silva. La investigación, lejos de anularlo políticamente, lo catapultó con una diferencia de 30 puntos frente a Bolsonaro, cuyo manejo irracional de la pandemia del Covid-19 y los discursos cargados de homofobia, machismo y clasismo lo derrumbaron como líder político al que solo le queda esperar el fin de su mandato.

Los retos de la izquierda

El futuro de estos nuevos gobiernos de izquierda depende, principalmente, del combate a la corrupción y el fomento a un modelo de gestión donde la transparencia esté por encima de cualquier planificación.

Pancarta contra la corrupción en El Salvador

Esa misma tecnología y acceso a la información que permitió visibilizar los desmanes de la derecha en Latinoamérica, también permitirá hacer contraloría a estos gobiernos sobre los cuales reposa la esperanza de un continente cansado de estar en vías de desarrollo y que necesita, con urgencia, tomar su lugar en el concierto de naciones como una zona económica con enorme potencial de crecimiento real, no discursivo, como el de los imperialismo europeo y estadounidense. Sin embargo, nosotros, los latinoamericanos, también tenemos una gran responsabilidad: ser cada vez mejores seres humanos.

 

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