La Segunda Guerra Mundial no ha terminado y la está ganando el nazismo. Solo Hitler perdió, por maximalista. El nazismo sigue como si nada y hasta peor. Para que no quedase duda, el espíritu nazi lanzó dos primeras bombas atómicas sobre la gente —y anda afanoso y ciego buscando irresponsablemente una guerra nuclear en Ucrania, borrón sin cuenta nueva.
El nazifascismo es violencia sin modales. Hasta 1941 Hitler fingió principios para justificar sus ambiciones. Pero se sinceró e invadió la URSS sin invocar un cipote. Simplemente te invado porque es mi «espacio vital», o sea, porque me da mi santa gana. Además, eres Untermensch, ‘subhombre’. Y ya. Instaurada esta premisa brutal, no hay que argumentar nada. El poder calla y procede y por eso su silencio es más escalofriante que sus amenazas. Así han sido siempre los imperios. La diferencia con los imperios de hoy es el poder de fuego a partir del siglo XX. Porque la naturalización del racismo es tan vieja como la humanidad. Eso de que no hay «razas» lo inventó José Martí y no lo queremos entender.
Recientemente Rusia propuso en la ONU condenar la glorificación del nazismo y Europa se abstuvo en bloque.
Conclusión: no le importa la glorificación del nazismo y la sus empresas filiales: racismo, violencia gratuita, intolerancia, machismo, exterminio de razas «degeneradas», rusofobia, gitanofobia, antisemitismo, homofobia, misoginia, repudio a personas con discapacidad, aporofobia, es decir, rechazo a la pobreza. Llegando al exterminio, la limpieza étnica, la pureza de sangre, «una gota de sangre negra te hace negro». O negra, que es peor porque la discriminación es también por mujer.
Esas tendencias no son exclusividad nazifascista, están regadas por el mundo y por aquí cerca han quemado gente viva por «parecer chavista», delito tan abominable que merece la hoguera, ejecutada por cualquiera al azar en una calle. En Venezuela hay quienes repudian el turismo ruso. Se rechaza todo lo que venga de la China, Irán, Cuba y ahora Chile, supongo… Es decir, todo lo que no sea estadounidense, blanco y masculino. O sea, neonazismo. La manía contra Hitler sirve para encubrir que el nazismo triunfó en 1945 y manda en el mundo.