Harry Belafonte, apodado el Rey del Calipso, la superestrella que introdujo los ritmos caribeños en la música estadounidense y defensor de los derechos civiles de las personas afroamericanas, falleció este martes en Nueva York, Estados Unidos (EE.UU.), a los 96 años. Fue amigo y defensor de Venezuela y la Revolución Bolivariana.
El también reconocido actor murió en su casa del Upper West Side, en Manhattan, a causa de una insuficiencia cardíaca congestiva, al lado de su tercera mujer, Pamela Frank.
Harold George Belafonte Jr. nació el 1 de marzo de 1927 en el barrio neoyorquino Harlem, de madre jamaicana y padre francés de Martinica; pasó la mayor parte de de su infancia en Jamaica, antigua colonia británica, antes de regresar a Nueva York, una mezcla de culturas que influyeron en su música y en su cruzada por la igualdad racial.
El calipso del intérprete, un género de música caribeña que bebía de las influencias de África Occidental y Francia, le hizo saltar a la fama en medio de la prosperidad y el crecimiento de las ciudades tras la Segunda Guerra Mundial. Su tercer álbum, titulado «Calypso», de 1956, se convirtió en el primer LP que vendió más de un millón de copias en EE.UU.
Su apodo de Rey del Calipso se lo ganó tras el éxito revolucionario de 1956: «The Banana Boat Song (Day-O)», mientras que el estatus de estrella de cine lo obtuvo al actuar en la adaptación cinematográfica del musical de Broadway «Carmen Jones».
Amigo de Luther King
Además de su rotundo éxito en el mundo de espectáculo, Belafonte deja un legado indeleble como estratega clave, recaudador de fondos y mediador del movimiento de derechos civiles. Arriesgó continuamente su carrera en el entretenimiento y, al menos una vez su vida, por su activismo. Cosechó una amistad cercana con el reverendo Martin Luther King Jr., líder y mártir del movimiento por los derechos civiles de la comunidad afrodescendiente.
Los biógrafos coinciden en que conciencia política de Belafonte se moldeó por la experiencia de crecer como el hijo empobrecido de una madre jamaicana pobre que trabajaba como empleada doméstica. En la isla caribeña cuna de su madre fue testigo de cómo las autoridades inglesas blancas maltrataban a los jamaiquinos negros.
El afamado cantante dirigió una campaña contra el apartheid en Sudáfrica y se hizo amigo de Nelson Mandela. Movilizó apoyo para la lucha contra el VIH/SIDA y se convirtió en embajador de Buena Voluntad del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).
También se le ocurrió la idea de grabar la exitosa canción de 1985, «We Are the World», que reunió a una constelación de estrellas del pop y el rock, incluidos Bob Dylan, Michael Jackson y Bruce Springsteen, para recaudar dinero para aliviar la hambruna en África.
A medida que crecía su riqueza y fama, Belafonte no suavizó el radicalismo de sus posturas políticas y el ferviente activismo por los derechos de las personas afroamericanas. Llamó al entonces presidente George W. Bush «el mayor terrorista del mundo» por liderar una invasión de Irak y atacó a celebridades de color como Jay Z y Beyonce por no tomar posiciones más audaces sobre la justicia social.
Entre los múltiples reconocimientos recibidos a lo largo de su carrera, Belafonte ganó un premio Tony por su actuación en Broadway y fue el primer afroamericano en ganar un premio Emmy por su programa de variedades de 1959.