El exembajador de Estados Unidos (EE.UU.) en Rusia, William Burns, y que ahora es director de la CIA, admitió en un cable de febrero de 2008, posteriormente revelado por WikilLeaks,que una posible adhesión de Ucrania a la Organización del Atlántico Norte (OTAN), cruzaría las líneas rojas de seguridad de Moscú y podría generar una guerra civil.
El pronunciamiento vaticinó lo que exactamente está ocurriendo. Sin embargo, a pesar de tener en cuenta los distintos escenarios, los líderes occidentales continuaron insistiendo en que Ucrania se uniera a la alianza militar liderada por Estados Unidos (EE.UU.) hasta que Rusia ordenó la operación especial en su vecino país hace pocos días.
Ese año, en 2008, la OTAN aseveró que los vecinos de Rusia, incluyendo Georgia se convertirían eventualmente en miembros. Los diplomáticos estadounidenses sabían que esta medida sería vista como una amenaza existencial por parte de Moscú.
“El tema de la membresía podría potencialmente dividir el país en dos, lo que llevaría a la violencia o incluso, según algunos, a una guerra civil, lo que obligaría a Rusia a decidir si entraría”, advirtió Burns.
En este contexto, el director de la CIA citó al ministro de Relaciones Exteriores, Sergey Lavrov, cuando enfatizó que Rusia estaba convencida de que la ampliación de la OTAN no se basaba en razones de seguridad, sino en un intento de legado de la Guerra Fría.
Las aspiraciones de Ucrania y Georgia en la OTAN, generaron entonces serias preocupaciones sobre las consecuencias para la estabilidad en la región. Rusia no solo percibió el cerco y los esfuerzos para socavar su influencia en la región, sino que también teme consecuencias impredecibles e incontroladas que afectarían seriamente los intereses de seguridad rusos.
Peligros de la OTAN
En días recientes, el presidente de Rusia, Vladimir Putin, alertó que las armas de la OTAN en Ucrania podrían alcanzar objetivos en todo el territorio ruso en pocos minutos, así como más allá de los Urales, la frontera natural entre Europa y Asia.
El mandatario explicó que el despliegue de instalaciones de reconocimiento por radar en territorio ucraniano permitiría a la OTAN controlar estrechamente el espacio aéreo de su país.
«La OTAN simplemente escupe sobre los temores de Rusia por su seguridad, pero Moscú no estará de acuerdo con esto», destacó.
Intromisión de EE.UU.
Miles de ucranianos han sido asesinados y cientos de miles más desplazados, desde el 2014, cuando un golpe de Estado apoyado por EE.UU. contra el entonces Gobierno de Ucrania, elegido democráticamente, desató la violencia en las zonas fronterizas.
Ucrania comparte 2300 kilómetros de frontera con Rusia, por lo que el conflicto por más de 8 años, indudablemente trajo consecuencias económicas y de seguridad para Moscú.
Este acontecimiento aumentó las tensiones con Occidente, pues hasta entonces el gobierno ucraniano había mantenido una política exterior relativamente neutral y equilibrada, pero luego se instaló en su lugar uno régimen completamente antirruso.
Los ucranianos rusoparlantes de Donbas se rebelaron ante Kiev, y denunciaron al nuevo gobierno como un títere occidental ilegítimo.
Activistas independentistas declararon la creación de dos nuevos estados autónomos, las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk, lo que fue repelido con apoyo militar y armas occidentales.
El reconocimiento de la independencia de estas dos repúblicas populares por parte de Putin así como la firma de dos tratados de defensa con sus líderes, permitió el despliegue militar en Donbás.
En este contexto, el objetivo de Rusia era obligar a Ucrania a mantener la neutralidad política, y retroceder la ofensiva contra la comunidad rusa en su vecino país, evitando que pueda convertirse las fronteras en escenarios potencialmente peligrosos con armas nucleares.
