El Acuerdo de París, reconocido como un instrumento crucial en la lucha contra el cambio climático, viene desencadenando un cuestionamiento profundo sobre la eficacia real de las Conferencia de las Partes (COP) con el pasar de los años.
En 2015, este acuerdo ambicioso marcó un objetivo de mantener el calentamiento global por debajo de 1.5 grados centígrados, pero pronto surgió una discrepancia: promesas audaces sin medidas contundentes para lograrlas.
El desánimo inicial surgió al observar que, antes de París, en 2015, el mundo se encaminaba hacia un alarmante aumento de 3.6 grados centígrados para 2100.
Aunque se prometieron metas más desafiantes, la ausencia de políticas ambiciosas hizo que esta nueva meta pareciera un falso anhelo para aquellos cuyas vidas dependen de la diferencia entre 1.5 y 2 grados centígrados, como los Pequeños Estados insulares en desarrollo.
Sin embargo, en la última década, un cambio de panorama surgió. A pesar del continuo aumento de las emisiones y las temperaturas, se logró recortar un grado en la proyección de aumento global, de 3.6 a 2.6 grados centígrados para 2100.
Los esfuerzos, impulsados por un incremento en la ambición de los países y la caída de costos en tecnologías bajas en carbono, allanaron un camino hacia un futuro ligeramente “menos sombrío”, reseña un artículo del portal Wired UK.
El crecimiento exponencial de energías renovables como la solar y la eólica contribuye significativamente a esta transformación. Lo que alguna vez fue costoso y poco práctico ahora se ha vuelto accesible y competitivo en términos financieros.
Además, el panorama automotriz es impactado con la popularización de vehículos eléctricos, en un cambio hacia un uso más limitado de los combustibles fósiles.
Políticas concretas
Sin embargo, con la COP28 en el horizonte, las expectativas se centran en traducir estos avances en políticas concretas.
El llamado a una ampliación radical de las tecnologías bajas en carbono, encabezado por la Comisión Europea, se encuentra entre los puntos más importantes a debatir.
Aunque se espera una acelerada expansión de las energías renovables, la controversia podría surgir en torno a la reducción progresiva de los combustibles fósiles, un tema que divide a las naciones en particular a las desarrolladas, responsables en mayor medida de las emisiones.
El trasfondo financiero de estas negociaciones climáticas cobra relevancia. La tensión entre países desarrollados y en desarrollo por la financiación climática y la compensación por los daños causados por los países más ricos sigue siendo un tema a relucir.
Los países ricos no han cumplido sus compromisos anteriores de aportar 100.000 millones de dólares al año en financiamiento climático para ayudar a los países de renta baja y media a invertir en tecnologías con bajas emisiones de carbono.
“Alcanzar las emisiones netas cero exigirá soluciones de todos los sectores, no solo de la electricidad y el transporte, que acaparan los titulares, sino también del cemento, el acero y la agricultura”, agrega el texto.