Un estudio en materia de ecología conductista ha detectado «fenómenos sorprendentemente paralelos» entre la distribución de la riqueza y los privilegios en el mundo animal y los observados en la sociedad humana.
La investigación concluye que los animales, al igual que los seres humanos, también heredan «bienes no genéticos» y externos a cada individuo particular, como nidos, territorios y herramientas, lo cual influye en la desigualdad, las aptitudes y la supervivencia de las nuevas generaciones.
El estudio coloca como ejemplo la práctica desde hace décadas de las ardillas rojas norteamericanas, que almacenan alimentos para el disfrute de su descendencia, reseña RT en su portal web.
Una madre puede hacer acopio de piñas en su territorio y concederle a una de sus crías el “derecho” de usar el territorio donde están escondidas estas provisiones. El resultado es que las ardillas jóvenes que reciben estos recursos sobreviven más tiempo y procrean antes que las que no los tienen, refieren los investigadores.
Otros ejemplos más muestran que los privilegios hereditarios no son exclusivos de los mamíferos, sino que se observan también en distintas especies de peces, aves e insectos. Las crías de las hienas que ocupan una posición más alta en la jerarquía de la manada heredan de sus madres la prioridad del acceso a alimentos dentro del territorio compartido.
Asimismo, las crías de los urogallos rojos ganadores en una asamblea de cortejo reciben una mejor posición en la misma cuando su padre está cerca de la muerte y una vez fallecido, algo que mejora sus oportunidades de apareamiento. Además, heredan el territorio paternal.
Los investigadores observaron «profundas raíces evolutivas en la desigualdad de la riqueza en el árbol de la vida» y creen que, estudiándolas, se podría comprender mejor el mismo fenómeno entre las personas.
El equipo de etólogos estadounidenses resalta el carácter multigeneracional de la desigualdad animal.
