La construcción de la nueva sede de la Embajada de Estados Unidos (EE.UU) en la Ciudad de México ha sido controversial desde el principio, pues la obra implicó la tala de 86 árboles en la colonia Irrigación, en la exclusiva localidad de Miguel Hidalgo.
La acción destructiva generó múltiples inconformidades entre los lugareños, quienes arremetieron contra el Gobierno y la Secretaría del Medio Ambiente (Sedema) por otorgar los permisos de tala al Departamento de Estado de EE.UU.; aun cuando éste aseguró que en respuesta a las críticas de los vecinos plantarían 60 árboles alrededor de la sede diplomática.
Sedema informó que la solicitud para esta tala de árboles se ingresó en 2014 a la dependencia que en ese entonces estaba a cargo de Tanya Müller.
En tanto, la Embajada estadounidense en la nación azteca aseguró que cumplió con todas las regulaciones para la construcción de su nueva sede, lo que generó que tanto Sedema como la alcaldía confirmaran que el proyecto cumplía con las regulaciones.
País hostil e invasor
Sin embargo, la preocupación de los locales trasciende lo ambiental, pues para los vecinos la nueva sede de la embajada de EE.UU. pone en peligro el libre tránsito por las calles.
Además, manifiestan sentirse amenazados por la actitud hostil e invasora del Gobierno norteamericano.
Para algunos activistas, las autoridades mexicanas mantienen una actitud entreguista en favor de EE.UU., “¿Qué sigue, además de la tala de los árboles? Tenemos la experiencia mundial de que los gringos, su territorio, son los policías del planeta, o sea, ellos invaden, invaden, invaden, basta ver cómo tienen todo alrededor para saber y preguntarnos qué sigue”, expresó la activista Atziri Carranza.
