China hizo una severa advertencia a Japón en lo que calificó de injerencismo en sus asuntos internos, luego que el ex primer ministro japonés Taro Aso, durante una visita a Taiwán instó a su país y a Estados Unidos (EE.UU.) a «estar preparados para pelear«.
«Lo dicho por Aso es un absurdo y sobreestimación de sus propias fuerzas. Pero tales declaraciones al mismo tiempo representan en sí una injerencia en los asuntos internos de China y minan la estabilidad en el estrecho de Taiwán. La parte china ya hizo una severa advertencia a Tokio», informó la Embajada de China en la capital nipona.
La misión diplomática recordó que Taiwán es territorio chino y que la solución de su problema es un asunto interno de China.
Además, la Cancillería china advirtió a las autoridades taiwanesas sobre las consecuencias de buscar apoyo externo para la independencia de la isla y señaló que la reunificación pacífica es un objetivo que comparten todos los ciudadanos chinos.
“También tenemos un mensaje claro para las autoridades de Taiwán: la ‘independencia de Taiwán’ no tiene futuro”, aseguró un portavoz del despacho diplomático, quien recalcó que “solicitar el apoyo de Japón y vender Taiwán solo dañará al pueblo de Taiwán”.
Visita polémica
Aso, actual vicepresidente del gobernante Partido Liberal Democrático de Japón, pronunció su discurso en un foro internacional celebrado en Taipéi el 8 de agosto, instando a Japón, EE.UU. y Taiwán a «estar preparados para pelear».
Además, declaró que Japón, EE.UU., Taiwán y otros países tienen que estar preparados para «activar poderosas fuerzas de disuasión en el caso de surgir una situación desfavorable».
El ex primer ministro japonés recordó que, tras la visita a Taiwán en 2022 de la entonces presidenta de la Cámara de Representantes del Congreso de EE.UU., Nancy Pelosi, China organizó maniobras militares, durante las cuales varios cohetes cayeron en la zona económica exclusiva de Japón.
La tensión entre China y Taiwán se agravó tras la visita de Pelosi a la isla china en agosto de 2022, efectuada pese a las protestas de Beijing, que consideró ese viaje como un apoyo de Washington a las pretensiones separatistas de Taiwán y organizó ejercicios militares de gran escala.