Rusia se mantiene incólume ante las centenas de sanciones impuestas por Estados Unidos (EE.UU.) y sus aliados europeos contra su industria, economía y finanzas, lo que ha generado desespero y divisiones entre los líderes Occidentales y los principales impulsores de las restricciones contra el Kremlin.

Desde el inicio de la operación especial militar en Ucrania el 24 de febrero pasado, Estados Unidos y Europa hicieron gala de su política sancionatoria con la esperanza de acorralar a Rusia y forzar una negociación basada en sus términos.

Su principal objetivo: la producción energética del gigante euroasiático, que exporta 2,2 millones de barriles diarios de petróleo a Europa y, además, es la principal fuente de gas natural del continente, muy necesario en las épocas de invierno. Mientras que EE.UU. importa desde Rusia el 8% de los hidrocarburos totales que consume su mercado interno.

Sin embargo, tres meses después, las medidas de coerción económica son muy difíciles de mantener en el tiempo sin generar una catástrofe económica mundial. Además, estas han generado divisiones entre los funcionarios estadounidenses que las promueven.

Desespero de EE.UU.

Según el medio estadounidense Bloomberg, dentro de la Casa Blanca están divididos entre los partidarios extremistas de aplicar más sanciones a Rusia, que incluye a muchos funcionarios del Departamento de Estado; y aquellos que temen por las repercusiones en la economía mundial, fuertemente golpeada por la inflación, la crisis en las cadenas de suministros y el estallido en los precios de los combustibles, posición defendida por el Departamento del Tesoro liderado por Janet Yellen.

Las indecisiones de los norteamericanos aumenta los temores entre el partido demócrata, actualmente en el poder, por las elecciones de medio mandato en el Senado, porque un paso en falso con Rusia desataría otra crisis en el precio de la gasolina, lo que podría ser capitalizado por los republicanos.

Para el historiador Nicholas Mulder, catedrático de la Universidad de Cornell y experto en la política de sanciones de EE.UU., “ahora estamos llegando al límite de la severidad con la que se pueden imponer sanciones contra una economía importante sin que tenga efectos secundarios tan negativos que generen una tonelada de incendios forestales en otros lugares”.

Bloomberg trae a colación que las mal llamadas sanciones, en la mayoría de los casos, no sirven como un arma de presión, sino que infligen sufrimiento a los habitantes de las naciones a las que se imponen. Incluso, citan los casos de Corea del Norte, Cuba y Venezuela, cuyas acciones solo han fortalecido a los líderes de cada país.

Para la administración del presidente Joe Biden, que se alejó en las últimas semanas del argumento de que las sanciones podrían acelerar el final de la guerra, la política de coerción a la industria rusa, los controles de exportación y otras restricciones podrían tomar mucho tiempo en surtir efectos, incluso años para debilitar al Gobierno del presidente Vladímir Putin.

Europa dividida

El escenario estadounidense no es muy diferente al de sus aliados de la Unión Europea (UE), donde sus miembros han tenido que ceder ante las oposiciones de algunos Gobiernos a la prohibición de las importaciones de petróleo ruso. Un caso reciente es Hungría que frenó en varias oportunidades el borrador final del acuerdo, para poder acceder a una exención y seguir beneficiándose de los suministros.

También, se evidenció la oposición de Turquía al bloquear el ingreso en la OTAN de Suecia y Finlandia, al acusarlos de ser países promotores de grupos terroristas. Además, Ankara se ha mantenido en una posición neutral en el tema de las sanciones contra Moscú y, por el contrario, ha sido promotor de los diálogos entre Rusia y Ucrania a un alto nivel diplomático.

Israel, aunque en la región de oriente próximo, es uno de los aliados más fuertes de Europa y EE.UU. en política internacional, pero se ha mostrado cauteloso en condenar las acciones de Rusia y solo se ha limitado a llamar al diálogo. La razón, para algunos expertos, es la coordinación y buena relación que mantienen las oficinas de inteligencia militar con la situación de seguridad en Siria.

La política de sanciones económicas de Europa contra Rusia llevó a la cancelación de varios contratos gasíferos para las naciones del este del continente, que por estas fechas disfrutan de un clima fresco próximo a convertirse en caluroso en el verano boreal, pero a la espera del invierno europeo de finales de año, cuando la situación evidenciará una crisis sin precedentes en el costo de los combustibles.

Efecto autodestructivo

El Ministerio de Exteriores ruso advirtió este jueves que los elementos principales del próximo paquete de restricciones unilaterales antirrusas “tendrá un efecto autodestructivo para la Unión Europea (UE)”.

Por ello, tal vez, Bruselas tardó casi un mes en obligar a los países miembros a esta “decisiva” demostración de solidaridad.

Es muy probable que las decisiones de la UE de eliminar parcialmente el petróleo y los productos derivados del petróleo rusos, así como de prohibir el seguro de los buques mercantes, provoquen nuevos aumentos de precios, desestabilicen los mercados energéticos e interrumpan las cadenas de suministro.

Rusia advierte que todas las acciones contra su industria petrolera socavarán los productos agrícolas. Como efecto, las sanciones acelerarán la crisis alimentaria mundial que se avecina.